Nunca entendí por que mi hermano se fue y por qué mis papás no lo fueron a despedir al aeropuerto. No sabía bien por qué cuando regresamos a casa mamá lloraba y papá en lugar de consolarla, la regañaba y le gritaba que mi hermano no merecía esas lágrimas, “ni esas lágrimas ni nada”, dijo. Pero lo que más me intrigaba y menos entendía era por que mi hermana lloró de la forma en que lloró. ¡Va! No lloró, sollozó cuando mi hermano se metió a la sala de abordar y luego en el auto de regreso a casa gritaba: “¡Desgraciado! ¡Desgraciado!” Yo trataba de dilucidar a quién podría mi hermana dirigirle tales pensamientos tan llenos de rencor. ¡Va! No rencor, odio.
Durante diez años el momento se quedó en mí, siempre estuvo presente, hiciera lo que hiciera, ese momento estaba siempre conmigo, todos los días, en la mañana, en la tarde o en la noche, el momento venía a mí, siempre pensaba en ese día. Las imágenes de mis hermanos abrazándose fuertemente, el murmullo del aeropuerto a reventar y la voz esa del lugar que decía “Pasajeros del vuelo 144 a Lima, favor de abordar”, y luego mi hermana diciéndome que me despidiera de mi hermano y que la esperara con Juanita, mi nana, en el restaurante.
Recuerdo que mi hermano me abrazó fuertísimo, fue un abrazo súper reconfortante, sentí todo su amor, sentí toda la tranquilidad y luego cuando me soltó, sentí todo lo contrario, vacío, soledad, nostalgia y cuando me fui al restaurante a esperar a mi hermana lloré con mucha tristeza… pero nunca sollocé como lo hizo ella.
Después, nada volvió a ser igual, nunca sentí a mamá feliz de nuevo, nunca sentí que papá tuvo estabilidad mental, lo demostraba todos los días cuando llegaba de trabajar y al más mínimo pretexto se ponía histérico con todos. Mi hermana se mudó a los pocos meses y las contadas veces que iba a visitarme a la casa, estaba siempre triste y en cuanto veía a mi mamá empezaba a sollozar de nuevo y le gritaba “¿Por qué? ¿Por qué?”
Y nunca volví a ver mi hermano ni a saber de él. Yo siempre extrañé salir a pasear con mis hermanos los sábados.
Durante 10 años he tenido presentes todos los detalles de ese momento que no entendí. Poco a poco he ido pegando las imágenes, al recordarlos he ido entendiendo de a poco lo que pasó.
A lo lejos los ví abrazarse muy fuerte, llorando, limpiándose las lágrimas uno al otro y dándose un beso que no me pareció extraño, asi nos saludábamos todos, con un tierno beso en la boca.