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¿Berenice? Berenice.

Orgánicas flores sobre tan natural cuerpo hicieron que el cuarto se disolviera.

Olas. Llegó el sonido de las olas de una playa desierta. Ella y sus flores estaban ahí, a la orilla del mar, desnudas. Las olas reventaban una detrás de la otra, llegaban y mojaban las nalgas de Berenice, que se hundían un poco más cada vez en el agradable fango que era ahora la arena dorada.

Con la mirada recorrí todo el largo de la playa, estaba completamente vacía, ni un alma. Al volver la vista a Berenice, me percaté de que las flores ya no estaban, ahora en sus manos se encontraba una bebé. Desnuda, igual que ella, la niña se carcajeaba cuando Berenice la aventaba hacia el aire para tomarla de nuevo en sus manos.

La nena se soltó de los brazos de Berenice y corrió hacia el agua. Ella la miró entrar al mar y se recostó sobre la arena, sintió y gozó las sensaciones provocadas por el agua que llegaba hasta sus pies, sus pantorrillas, sus muslos, sus nalgas, su espalda. Disfrutó también del calor del sol que la bañaba toda.

La bebé emprendía una aventura por las aguas poco profundas de la playa. Las pequeñas olas la golpeaban conforme ella avanzaba mar adentro, los golpes la tiraban pero la niña se levantaba riéndose.

Su diversión disminuyó conforme avanzó, las olas se fueron poniendo hostiles, se hicieron rudas ante el avance de la bebé, quien desdibujó la sonrisa de su cara y se notaba cada vez más tensa.

Quiso regresar a la costa, ya no era divertido, pero las olas no se lo permitieron. Tragando agua alcanzó a ver a Berenice en la costa, ella se alejaba del agua yendo hacia la selva.

La bebé quiso llorar, una ola la hundió por completo. Las corrientes la llevaron de un lado a otro, sin sentido giraba debajo de la superficie. Estaba angustiada, asustada, confundida.

De pronto apareció una flor a unos cuantos metros de distancia, era una de las flores que Berenice cargaba en el principio. La bebé se calmó y nadó como diestro buzo hacia la flor, la alcanzó y la tomó.

Con la flor en la mano, logró salir a la superficie y nadó, nadó hasta la costa, Berenice se había ido, estaba ella, sola, con su flor en la mano.

Se sentó sobre la arena mojada y miró sonriendo el inmenso océano.

Yo no volví nunca más a la habitación.

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¿Escuchas?

-¿Escuchas?- -No- -Creo que por fin se está callando- -¿Estás seguro? Yo no estaría tan segura. Para el oido, como que todavía escucho-

-¿En serio? No, yo ya lo dejé de escuchar. ¿En serio lo notas todavía?- –Si ¿no? Como que lo percibo ahí, o sea, ya no tan fuerte pero lo percibo aún.- -¡Ay no! Ya no lo estaba escuchando, ¡ya no lo quiero escuchar! Dame un segundo…-

Abro mis fosas nasales cinco veces, 1, 2, 3, 4, 5. Giro mi cuello tres veces, 1, 2, 3. Trueno mis muñecas, 1 y 2. Aprieto mis dientes cinco veces, 1, 2, 3, 4, 5.

-En serio no escucho nada, no puedo creer cómo estás escuchando tú- -Si, creo que tienes razón, parece que se fue- -¿Ya ves? Te lo dije, te dije que ya no se escuchaba. Por fin se fue, escucha el silencio, el silencio tan agradable, tan pacífico, ya no quería escuchar esas palabras.-

-Mmmm, espérate. Creo que ahí está otra vez…- -No, no, no, ¡no! ¿Estás segura?- -Mmmm, no, segura no pero… ¡Sí! Ahí está otra vez, escucha, escucha escucha escucha. Son un montón de palabras, palabras, palabras, palabras. ¡Escúchalas!-

-¡Que no quiero escucharlas chingada madre! Pero sí, ahí están ¡carajo! Si no me hubieras dicho ni me doy cuenta. ¿Para qué me dices?- -Pues ¿Qué quiéres que haga? Si las estoy escuchando, las escucho y ya, no puedo hacer nada. Si las escucho yo, las escuchas tú, aunque no quieras. Mejor acéptalo.- -¡No! Noooo, ya no me digas si las escuchas, por favor. Ahora hay que esperar otra vez a que se callen. Dame un segundo.-

Abro mis fosas nasales cinco veces, 1, 2, 3, 4, 5. Giro mi cuello tres veces, 1, 2, 3. Trueno mis muñecas, 1 y 2. Aprieto mis dientes cinco veces, 1, 2, 3, 4, 5.

-Ya no están, ya se fueron otra vez. Ahora si se fueron, si se fueron ¿verdad?-

-¡Parece que si! Si, a ver, déjame oir, no digas nada para que pueda escuchar bien…

Pues no, ya no escucho nada, parece que tenías razón. ¡Parece que ya se fue!-

-Genial, genial, genial, ¡genial! ¡Te lo dije! Te dije que ya se habían ido. Ufff, ufff, ufff, ya me tenían nervioso, no entiendo lo que dicen pero no me gusta lo que dicen.-

-Bueno, ya, tranquilo, ya no se escuchan. ¿Estás más tranquilo?- -Si. Dame un segundo-

Abro mis fosas nasales cinco veces, 1, 2, 3, 4, 5. Giro mi cuello tres veces, 1, 2, 3. Trueno mis muñecas, 1 y 2. Aprieto mis dientes cinco veces, 1, 2, 3, 4, 5.

-Bueno, ven, acuéstate conmigo, relájate un poquito querido, tranquilízate. Ya te me estabas alterando de más.                 Uy no, ahí está otra vez-

-¡No!- -Si-

-¡No!- -¡Si!- -¡Que no!- -¡Que siiiiiiiiiiii! Escúchalo, escucha las palabras, ahí vienen, ahí vienen, ahí vienen. Ahí están, ¡Escuchalas todas!-

-¡Puta madre! ¡No! ¿Qué dicen? ¿Qué chingados quiéren? No entiendo nada, son muchas, no las puedo controlar, no puedo hacer nada con ellas, no formo nada con ellas. No entiendo nada, no las puedo controlar, son muchas palabras, no tienen sentido…

¡YAAAAAAAAAAAA CÁLLATE! Eres tú la que está diciendo todo ¿Verdad? Si eres tú, si eres tú, si eres tú. Pinche culera ¿por qué me haces esto? ¡Tú eres la que está hablando! ¡Ya no te quiero escuchar! ¡Ya vete por favor! ¡Vete¡ ¡Vete¡ ¡Vete! ¡Vete! Vete, vete, vete, vete, vete… vete.

-Ya… se… fue.

-¿Escuchas?-

-No-

-Creo que por fin se calló-

-¿Estás seguro? Yo no estaría tan segura. Para el oido, como que yo todavía escucho-

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Este texto pertenece a la colabración que tengo con Ismael Núñez. Si quieres leer su versión, con el mismo arranque, puedes visitar el blog http://www.ismaeln.es/blog/?p=77 De vez en cuando nos ponemos de acuerdo para escribir con un mismo punto de partida y ver qué desarrollos nos salen.

Cauce arriba.

-Si hubieras estado diez años sin andar… ¿Hacia dónde caminarías?- preguntó el hombre al muchacho.

El muchacho parecía no tener respuesta a la pregunta. Parecía que esa era una pregunta irrespondible para él. El hombre que se la hizo, anduvo los últimos diez años por decisión propia y escogió sus destinos. El muchacho se quedó pensando mientras todos los que estábamos en la mesa lo mirábamos esperando su respuesta. Tomó un trago de su café y habló.

-Yo vivía en un pueblito chiquitito, donde no pasaba nada más que el río. Yo jugaba en el río, me bañaba en el río, pescaba en el río, comía a la orilla del río y luego volvía a nadar en el río. Mi abuela y mi mamá se turnaban para ir por mí cuando ya casi oscurecía para llevarme a la casa. Si hubiera sido por mí hasta hubiera dormido en el río.

Todos los días desde que amanecía hasta que oscurecía yo estaba en el río. Pero un día, al amanecer, salí corriendo de casa como siempre, hacia el río. Esta vez, el ruido que normalmente se hacía más recio conforme avanzaba, no se escuchó. Y cuando llegué, el río ya no estaba, se había ido, no había ni una gota de agua.

El pueblo se paralizó, durante tres días todos hablaban de que el río se había secado, se preocupaban por sus cosechas y sus pozos. A mí no me preocuaba nada de eso, solo quería saber qué había pasado con el río. Al cuarto día la gente dejó de hablar del tema, pero yo no podía dejar de pensar en el río ¿por qué ya no estaba el río?

Mi abuela me dijo, tal vez para calmarme, que el río se había cansado y no quiso bajar más, y que había decidido quedarse a descansar en algún lugar, río arriba.

Lo que dijo mi abuela me dejó intrigado y durante una semana entera salía corriendo hacia el cauce en cuanto amanecía, y me quedaba todo el día ahí, esperando que regresara. Pensaba que tal vez, el río se estaba tomando unas vacaciones, seguramente era muy cansado viajar tantos kilómetros sin descansar.

Yo miraba al horizonte, quería ver el agua bajando por el cauce… el río no regresó.

Entonces decidí ir a buscarlo yo mismo. Ví a mi madre y a mi abuela por última vez, todavía dormían, era de madrugada. Salí de casa, caminé hasta el cauce del río y desde entonces he caminado río arriba, bueno, cauce arriba.

Diez años he andado y no sé hacia dónde andaría si hubiera estado diez años sin andar.

Supongo que en diez años la vida de uno puede tomar muchos rumbos. Bueno, eso supongo yo, pero lo que digo no es más que eso… una suposición. Supongo que si encuentro al río y lo convenzo de que baje de nuevo… entonces yo fluiré de nuevo… hacia donde el río me lleve.-

Al final, parece que el muchacho sí tenía respuesta a la pregunta.

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Este texto pertenece a la colabración que tengo con Ismael Núñez. Si quieres leer su versión, con el mismo arranque, puedes visitar el blog http://www.ismaeln.es/blog/  De vez en cuando nos ponemos de acuerdo para escribir con un mismo punto de partida y ver qué desarrollos nos salen.

El Plan.

Escuché el estruendo fuerte y ensordecedor, nunca había presenciado el sonido de un balazo y menos de tan cerca. Lo ví caer, sangrando.

Empezó todo chido. Ora si que de acuerdo al plan, yo estaba dominando la pelea, mis combinaciones estaban entrando sabroso, recto, recto y gancho, recto, gancho y upper. Le estaba dando sabroso. Más que nada yo me apegué al plan, moverme mucho, entrar como ráfaga y soltar los golpes. Y estaba conectando todos, todos, toditos. El “Famosito” no me estaba entrando con nada, pegaba pero lento, muy lento, y sin fuerza… yo sabía por qué.

Nunca fui gran boxeador y creo que nunca lo sere, es la neta, mi jefa dice que hay que aceptar la verdad, aunque cueste, y que es mejor así, se vive más tranquilo. Más que nada yo quise ser boxeador por que mi jefe me llevaba de chiquito a verlo cómo entrenaba a los boxeadores de Tepito, era buen entrenador mi jefe. Descubrió a un par de campeones e hizo su buena lana.

Mi jefe me empezó a entrenar, y yo sé que seguro se daba cuenta que nomás no la armaba pero igual me daba consejos y me pasaba sus mejores trucos, pus yo era su hijo, conmigo no se guardaba nada. Más que nada su secreto radicaba en encontrar las cualidades más potentes de sus boxeadores y explotarlas. A mí nunca me encontró ninguna cualidad muy potente, tons pus intentaba enseñarme algunos golpes y movimientos estratégicos que me ayudaran a no ser tan malo.

Seguí pegándole machín al “Famosito”, no reaccionaba, se veía lento, todo iba de acuerdo al plan. No le estaba haciendo daño, me sentía como que peleaba con un muro de concreto, pinche “Famosito”, estaba remacizo, típico corrioso de Tepito que creció recibiendo golpes recios. Le entraba con las combinaciones y de vez en cuando sacaba uno de los trucos de los que me enseñó mi jefe. Más que nada hacía juego de pies fintando que iba por fuera y entraba con un voladitos por dentro, y todos se los conectaba y le pegaba con todas mis fuerzas, pero el güey ni siquiera estaba inflamado. El “Famosito” estaba entero… todo iba de acuerdo al plan.

Una semana antes de la pelea tuvimos la reunión los dos equipos y el promotor, un pinche mafioso que salió del barrio y que ya por tener lana se creía muy chido y te trataba como su pinche gato. Así el dinero cambia a la gente, por eso yo nunca he tenido… bueno, hasta entonces. El trato era que el “Famosito” se caía en el tercer round, el promotor iba a apostar un chingo de lana por mí y todos nos llevábamos buena lana. Así, como si fuera película.

Empezó el tercer round y el “Famosito” ya comenzaba a verse medio madreado, digo, no mucho pero por lo menos ya tenía los ojos medio hinchados. Entonces yo le metí un pinche upper bien conectado y chíngule, que se va a la lona. Volteé a ver al promotor, me sonrió así con su pinche cara de mafioso hijo de la chingada y meneó la cabeza como aprobando. El “Famosito” estaba medio apendejado, no se levantaba, yo me empecé a poner nervioso. El réferi contó hasta siete y ya el güey se levantó, todavía medio atontado. El promotor quitó su pinche sonrisa.

Entonces, continuó la pelea y fue cuando “El Famosito” empezó a boxear. Hijo de la chingada, se vino sobres de mí y empezó a tirar todo tipo de combinaciones con todas sus fuerzas. Gancho, recto, gancho, gancho, upper, recto, gancho, gancho, gancho, gancho, me desmadró la zona blanda. Yo ya no veía venir los putazos, mocos, mocos, mocos, ¡MOCOS! De repente un upper bien puesto en el mentón y me fui pa abajo como costalito. Me noqueó gacho, no me iba a levantar, ora si que ni a madrazos.

Un día después de la reunion con el promotor, el “Famosito” fue a verme a mi canton, él tenía otro plan. Quería que se la volteáramos al promotor, iba a apostar un chingo de lana a su favor y me iba a dar la mitad de las ganancias. Al principio le dije que nel, que se abriera, me encabroné gacho, más que nada yo quería ganar, era la primera vez que iba a ganar una pelea. Después me convenció, al final me convenía esa lana, era mucha más de la que el promotor me daba y como dijo el “Famosito”, estaba difícil que la gente creyera que yo podía ganarle.

Me dijo que la memoria y fama de mi jefe podía verse tocada… yo no quería que la imagen de mi papá fuera relacionada con nada turbio, tons, pus acepté.

Yo estaba en la lona, intentando levantarme, pero ora si que ni a madrazos me paraba. El réferi contó hasta diez y perdí la pelea. El ring ya estaba lleno de gente, el “Famosito” se me acercó y me dijo que me contactaba en una semana. Cuando se iba a bajar por mi esquina, que se acerca el promotor  y ¡Mocos!, que le suelta un plomazo a la cabeza. La sangre que tenía en mi cuerpo por la pelea, se combinó con toda la sangre que salpicó del “Famosito”, todos sus pinches sesos se esparcieron por la lona. Nunca había presenciado el sonido de un balazo y menos de tan cerca. Lo ví caer, sangrando… muerto.

Para las casas de apuestas el ganador fue el “Famosito”, al promotor lo metieron al bote y yo cobré la lana unas dos semanas después. Le dí su parte a la viuda del “Famosito” y yo me quedé con la mía.

Ya no voy a volver a boxear, como dice mi jefa, hay que aceptar la verdad, aunque cueste. Y yo, no soy un buen boxeador.

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Todas las historias tienen su otra versión. Si quieres leer una con el mismo arranque, puedes visitar el blog http://www.ismaeln.es/blog/  De vez en cuando nos pondremos de acuerdo para escribir con un mismo punto de partida y ver qué desarrollos nos salen.

Elvia.

Fíjese que me hablaron de mi pueblo, que mi hermana se puso mala, no me dijeron exactamente qué tiene, pero me habló la sobrina y me dijo que anda mala mi hermanita  ¿usté cree?

Hoy que venga mi nieto le voy a echar el buscapié a ver si me dice que vayamos, o que me lleva, o que me presta pal pasaje. Tá muy lejos mi pueblo pero pues es mi hermana, si quisiera verla, no vaya ser que se vaya a morir, me gustaría despedirme de ella, no la veo hace muchos años fíjese. Se regresó al pueblo, no le gustó la vida en esta ciudad.

De todas formas somos bien unidas, desde chiquitas no nos despegábamos, todo el día andábamos de arriba abajo, como fregadas mueganitos. Ahí en mi pueblo hay, o bueno, había, quien sabe si siga existiendo, una laguna bien bonita, y mi hermana y yo siempre que podíamos nos íbamos a nadar, y ahí nos la pasábamos un ratote. Luego mi mamá nos regañaba por que a veces no hacíamos nuestras labores de la casa por andar ahí en la laguna, y nos iba a buscar y nos llevaba retenojada a la casa. Y luego, nos íbamos a la playa también, pero eso nomás los fines de semana que íbamos toda la familia por que al mar mi papá sí nos tenía prohibido meternos a menos que fuéramos con él o con uno de nuestros hermanos grandes y pus nuestros hermanos nunca nos querían llevar, siempre andaban en el campo trabajando.

Pero sí, a la laguna nos escapábamos siempre mi hermanita y yo. Somos casi de la edad, me lleva un año y medio nomás, por eso nos llevábamos tan bien. Cuando me vine de mi pueblo con mi esposo, que en paz descanse, la invité a que se viniera, la extrañaba mucho mucho y sí se vino porque ella también me extrañaba, pero se fue luego a los seis meses, no le gustó aquí, nadita. Luego ya ve que aquí está lleno de fábricas, en ese entonces era lo único que había. Decía que no le gustaba el paisaje, que la ponía triste y se regresó a mi pueblo, y ya nunca la vi, aunque hablamos por teléfono muy seguido. Ya no me había hablado en dos semanas, se me hacía raro y pus ya me habló mi sobrina pa contarme que anda mala.

Me gustaría ir a verla y además regresar a mi pueblo, quién sabe cómo esté después de tantos años. Mi pueblo es re chulo, yo ya nunca pude regresar ¿usté cree? Nunca se hace uno el tiempo pa regresar y luego ya cuando quiere, pues ya no se puede, después que mi marido falleció y que mi hija y mi yerno se fueron y me dejaron a mi nieto pus ya tuve que trabajar pa mantenernos y pus bueno… ya nunca pude regresar a mi pueblo. Tan bonito mi pueblo.

Voy a echarle el buscapié a mi nieto ahora en la noche a ver qué me dice. Quisiera ver a mi hermanita, no vaya a ser que se vaya a morir, bueno, quien sabe cuánto tarde yo en alcanzarla ¿verdad?

Bueno, Lucha, salúdeme a su mamá, ya la dejo. Hasta luego.

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Maclovio.

Me llamo Maclovio, tengo 23 años. Vivo en Tlalnepantla, un municipio de la zona conurbada de la Ciudad de México, en el barrio de San Bartolo. Tengo esposa y una hija de 4 años. Yo nací aquí pero mi familia es de Oaxaca, casi en la frontera con Guerrero, ahí es tierra caliente, de gente loca, violenta. Yo no soy violento por que me controlo, pero es como los perros esos Pit Bull, si me tientan me suelto. Antes era muy peleonero, pero ya le bajé, por mi hija y mi esposa más que nada, y además uno ya no sabe con quién se pelea, por mi barrio hay mucho narquillo y no sabes cuándo te pueden sacar una pistola. Osea que sí, yo soy calmado.

Trabajo de lavacoches, bueno, hago de todo, pinto, podo jardínes y hago un poco de albañilería.  Sé bastante de ebanistería, mi abuelo me enseñó, pero de eso casi no hay chamba, cuando cae algo pus lo hago pero más bien de lo que más saco es de la lavada de coches. Sí me gustaría dedicarme más a la ebanistería, me gusta y hago buen trabajo.

Mi mayor motivación es mi hija, me levanto todos los días por ella y por mi esposa, pa que tengan comida, pa que tengan ropa y pa que tengan techo. Vivimos con mis papas, ahora sí que juntos pero no revueltos, cuando nos casamos construí otro pisito a la casa y pus ahí vivimos mi mujer, mi hija y yo.

Con mis papás la llevo bien, cuando mi esposa y yo nos comimos la torta antes del recreo nos apoyaron bien, y pus desde que nació mi hija son los más felices con su nieta. Les gusta tenernos cerca, yo creo que por mi hija ¿no?

Mi comida favorita es el mole de olla, mi mama lo prepara muy sabroso, picosito y le pone bolitas de masa, ya casi nadie lo prepara con bolitas de masa.

La música sí me gusta mucho, me gusta la banda más que otra cosa, me gusta ir a los bailes, a mi esposa la bailo bien. De otro tipo de música pus si escucho de todo pero asi que me guste mucho, la banda.

Y pus ahí ando, no tengo muchos planes, en esta vida canija uno no debe planear más allá de hoy. Se vive al día, está canija la situación, las cosas cuestan cada día más caras.

No hay de otra, hay que trabajarle.

maclovio

14 de febrero

Ahí estaba otra vez. Tenía algunas semanas que no la veía, pero ese día estaba ahí otra vez. Estaba más bella que nunca, y eso ya es mucho decir, es que era bellísima. Sus ojos eran claros, su cabello rizado, pero lo más impresionante era su sonrisa, me engatusaba.

Pensé: “A lo mejor es el momento de acercarme a ella”. La fecha lo ameritaba, tal vez era una señal. El hecho de encontrarla de nuevo después de varios días, coincidir con ella en el mismo vagón y justo en esa fecha. “¡Carajo! Pero hubiera traído una flores para regalarle, no me puedo presentar nada más asi como asi. Bue… no pasa nada” pensé, y decidí seguirla para buscar un puesto de flores y entonces sí, presentarme por fin con ella.

Se bajó del vagón junto con su amiga, yo creo que era amiga de la secundaria por que traían el mismo uniforme. Yo las seguí, no muy de cerca, no quería arruinar la sorpresa. No sé qué platicaban pero seguro era algo chistoso por que nada más reían a carcajadas, y al final de las risas, quedaba su sonrisa, esa sonrisa que me hipnotizaba y me erizaba los pelos. No sabía a dónde iban, yo tenía otras cosas que hacer pero no me importó, las seguí. Cuando me di cuenta ya habíamos llegado a otra línea, su amiga se despidió y se fue en dirección contraria.

Esperamos el tren juntos, bueno, yo mantenía mi distancia pero estábamos en el mismo andén. Yo ya estaba emocionado, por fin me iba a presentar con ella y no sé por qué sentía que me iba a hacer caso. “Llevo varios meses siguiéndote, me llamo Diego y me gustas mucho.” Seguramente me respondería con su sonrisa hipnotizante y platicaríamos largo rato en el andén, luego la llevaría a un parque y terminaríamos besándonos como todos esos chavos que se besan en los parques.

Cuando llegó el tren no se subió, como que estaba esperando a alguien. “¡Me está esperando a mí!” Pero no encontraba las pinches flores, yo quería darle unas flores en nuestro primer encuentro y no hallaba las pinches flores. Ya tenía muchas ganas de presentarme. Corrí a un puestito de esos que están en los pasillos y le compré un juguete, era un pizarroncito mágico, de esos en los que escribes con plumas sin tinta. No eran unas flores pero por lo menos no me iba a presentar con las manos vacías.

Regresé casi corriendo al andén… la encontré besándose con otro.

Me paré de sopetón. Sentí esa punzada fea en la panza, esa que después se convierte en una sensación de vacío, como si te hubieran disparado y te hubieran dejado un hoyo gigantesco a la altura del estómago.

Tardé unos segundos en recuperarme y cuando tuve un poco más de fuerza, seguí avanzando. Tenía que presentarme, tenía que decirle que me gustaba, que llevaba muchos meses viéndola en nuestro andén, tenía que decirle que yo era mejor que ese con el que se besaba. Me acerqué, seguía nervioso y sacado de onda pero me acerqué.

Me coloqué frente a ella, sonreí y le dije “Hola, me llamo Diego y me gustas mucho”, ella se sorprendió, pero no de una buena manera. Yo no podía dejar de verla, la miraba directo a sus ojos, continué: “Llevo varios meses siguiéndote y quiero invitarte al parque”, su cara de sorpresa se transformó en una cara de incertidumbre, no me respondía.

Yo seguía anonadado con su cara, nunca la había visto de tan cerca, le ofrecí el juguete “Toma, te compré este pequeño regalo, quería comprarte unas flores pero no hallé, y no quería llegar con las manos vacías a nuestro primer encuentro”.

Su cara de incertidumbre se transformó más y parecía ya una cara como de miedo “¿Qué tienes? ¿Por qué pones esa cara?” le dije. El chavo, quien seguramente era su novio, reaccionó y se puso justo en el medio de los dos, “Señor, por favor déjela en paz.” me dijo. Yo salí del trance en el que estaba, bajé la mirada y lo ví, era chaparrito el pinche escuincle.

“Andale, vámonos, te invito a Chapultepec, y después nos echamos ahí en un parque”, le dije a ella, no recibí respuesta alguna.

“Señor, por favor váyase”, me volvió a decir el chamaquito.

Ahí la perdí, perdí la cabeza. Me volví loco y aventé al chavo a las vías, el metro iba llegando y lo hizo mierda. Y luego seguí mirándola a ella, le sonreí esperando tener una sonrisa a cambio, esa sonrisa que me engatusaba.

Ella nunca me sonrió, solo se quedó parada, empezó a temblar y a llorar.

Le ofrecí de nuevo el regalo y en ese momento llegaron unos policías, me tiraron al suelo y me esposaron.

¿Y a tí? ¿Por qué te entambaron?

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Estás viendo y no ves.

Dos amigos tienen una conversación en el metro. Ella quiere decirle algo pero no se lo dice… él habla sobre otro tema.

El.

-De plano sacaron las pistolas güey, ya no sabes lo que te vas a topar en esta ciudad, mejor andarte con cuidado, mejor ya ni salir… osea, ¿a dónde vamos a llegar? ¿si me explico? Y además, fue una estupidez, los que traían playeras del América lo empezaron a joder por que traía su playera del Cruz Azul y de la nada ese güey sacó la pistola y les apuntó y entonces uno de los del América sacó otra pistola y ¿si me explico? Se empezaron a balacear güey, osea, ¿qué nos pasa? ¿Si me explico?

Ella.

-Ooorale, sí está cañón, ¿y no te asustaste?

El.

-Pus sí, imagínate, casi me quedo en medio de los balazos. Yo en cuanto ví que se empezaron a pelear me hice a un lado. Es que en serio, osea, no es posible ¿Si me explico? De repente llegas al andén del metro y ves eso, osea ¿si me explico?

Ella.

-Si pus sí, órale con los locos. Oye, ¿qué? ¿Qué vamos a hacer hoy? Acompáñame por unas chelas ¿no? Me invitó este chavo del trabajo que te conté que me anda tirando la onda.

El.

-Ah, pus no sé, la neta yo sigo impresionado con la balacera, es que no manches, vi cómo se empezaron a tirar balazos ahí en frente de mi ¿si me explico?

¿Y qué? ¿Quién es este güey o qué?

Ella.

-Ooorale eh, así me escuchas. ¡Ya te había contado! Un chavo de la oficina que como que me tira la onda.

El.

-Oooh, pus no me acuerdo la neta, se me ha de haber olvidado con la impresión. Es que neta, no mames, ¿cómo se pueden poner así por un equipo de fútbol? Osea, ¿si me explico? Ni que fueran parte del equipo o algo así ¿si me explico?

Ella.

-Mmm, sí. ¡Ya hazme caso! Te digo de este chavo, pus si está guapo y todo, y es bien lindo conmigo.

El.

-Ah, y ¿a tí te gusta?

Ella.

Pus no es asi como que “Órale, está guapísimo”, pero está galán y es bien lindo conmigo. Me invita a comer o me regala dulces de esos ricos, el otro día me acompañó hasta la entrada del metro, si me quedé asi de “Órale, todavía hay caballeros”

El.

-Míralo, igualito a mí. Oye, ¿qué habrá pasado con estos pinches locos? Es que ya, asi de la nada se matan ¿si me explico? Si me saca de onda.

Ella.

-Ajá, ¿entons qué? ¿Si vamos? Si no yo creo que yo si voy a ir con él, es más, igual y hasta le ando dando unos besos. Y además, ya me hace falta tener un novio, tu nomás me los espantas, todo el mundo piensa que andamos.

El.

-Eso quisieras ¿Verdad? JAJAJAJAJA. No, pus es que se dan cuenta de los ojos con los que me ves. Qué bueno que no viste la balacera, te hubieras espantado de que me fuera a pasar algo.

Ella.

-¡Ay cállate! Ya quisieras tú güey. Pus órale, si no quieres acompañarme no hay bronca, yo voy con el chavo, al fin que está guapo, es lindo y creo que sí me gusta.

El.

-Pus vas, nomás te cuidas eh. Ya te bajas en la que sigue¿no?

Ella.

-Si. Órale, ahí luego me hablas pa que te cuente cómo me fue con mi galán.

El.

-Ya vas. Aguas con los pinches locos eh, no te vaya a tocar otra balacera por ahí. Chale, es que ¿a dónde vamos a llegar? ¿si me explico?

Ella.

-¡Ay órale güey! Ahí te ves.

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